martes, 21 de julio de 2015

Cómo llegó a nuestras vidas un gato

Cómo llegó un Gato a nuestras vidas 

Presentando a mi Gato


Este es mi hermoso Gatito. Esta foto fué tomada cuando llevaba  doce días con nosotros. Contaba con dos meses y doce días.

Siempre me gustaron los gatos, pero nunca pensé vivir con uno. Creía que eran animales muy independientes que gustaban de vivir de techo en techo durante toda la noche e ir a la casa únicamente a comer y hacer siestas durante el día.

Mi esposo y yo, decidimos tener un gato de la manera folclórica como quizás la mayoría de personas lo hacen: un día se entró un ratón a la casa, nos daba miedo poner veneno por todas partes porque no queríamos terminar intoxicándonos por accidente.

Así que surgió la brillante idea: ¡Traigamos un gato!

Mi papá tenía gatas en su casa, le pedimos que nos prestara una por unos días, para que atrapara o espantara el ratón, él nos dijo que esos animalitos eran muy territoriales y que no se acostumbraban a otra casa tan fácil, pero que podíamos probar.

Ante eso, me dije a mí misma: mejor que no nos lo preste porque de pronto se pierde o le pasa algo y me meto en un lío.

Sin embargo, me dió otra solución: dos de las gatas habían tenido crías hacía poco, me ofreció que me llevara uno de los bebés y lo educara en mi casa.

Accedí a pensarlo.

La idea era esperar a que el gatico cumpliera dos meses, que es cuando se pueden destetar.

El día anterior a que las crías cumplieran dos meses, surgió el tema con mi esposo: mañana cumplen los dos meses los gatos, ¿vamos a traer uno?
-Uhmm, ya no sabíamos, ya habíamos considerado lo que implicaba: responsabilidad, costos, limpiar la arena, el temor de que nos pudiera transmitir alguna enfermedad, que se saliera de la casa, se peleara y llegara herido, o que se envenenara si comía ratones o algo en la calle, etc, etc etc.

A favor estaba que decían que los gatos eran muy independientes, que se podían quedar solos en la casa, y espantaban los ratones.

Esa noche dijimos: Mejor No, qué pereza, son muchas cosas.

Pero a la mañana siguiente dijimos: ¡Ah qué carajo!, traígamoslo.

Así fué, fuímos a la casa de mi papá, él tenía tres gatas adultas y un montón de gatitos en el suelo del patio, estaban todos arrunchados tratando de calentarse, al lado del montón (eran unos diez gatitos) había uno más grandecito, erguido, elegante, quieto como una esfinge, mirando a lo lejos, parecía estar cuidando a los pequeñines.

Al otro lado había otro también grandecito, lamiéndose, ese me pareció agresivo, no me gustó mucho.

Los dos grandecitos eran los que cumplían dos meses ese 13 de Febrero de 2015,  mi papá me pidió que escogiera cuál llevarme, escogí el que estaba al lado del montón, me pareció tranquilo, nada agresivo, pensé llevarme al hermanito, al que se estaba lamiendo, para que se hicieran compañia, pero no lo había hablado con mi esposo, así que decidí llevarme sólo uno.

Era pequeñito, despelucado, flaquito, parecía una bolita de pelos, pobrecito estaba muy asustado. Me dijeron que era una gatica, aunque no estaban muy 
seguros, dijeron que ojalá fuera gato para no tener que castrarlo.

Y me explicaron cosas como: que ese era un animalito libre que tenía que dejarlo en el patio o en una terraza, no meterlo al cuarto y tocarlo sólo con guantes porque soltaba pelitos chiquiticos que daban alergia, y además tenía pulgas. Llevaba dos semanas comiendo concentrado, el más barato por cierto.

Y así sin más ni más llegó un gato a nuestras vidas...




Esta foto es del Tercer día con nosotros.

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